quinta-feira, 29 de janeiro de 2009

UMA CARTA DE JOSÉ KOZER

Estados Unidos, como cualquier otra nación, ha dado tumbos y vivido numerosos altibajos: épocas de infamia y épocas de gloria, épocas dadivosas y épocas egoístas. Al trasponer las fronteras de lo nacional y entroncar en la noción de Imperio, Estados Unidos como todo Imperio, se volvió egoísta. Y desde la época de Reagan, salvo el lapso clintoniano (al que hay que poner muchos reparos, como por ejemplo, haber reforzado los monopolios, extremándolos, y haciendo amalgama y arroz con mango de un capitalismo socialista que acabó siendo puro capitalismo con unos ínfimos retoques de socialismo, desequilibrando así también la balanza) ese egoísmo mermó la vitalidad del país, su visión orgánica de base: visión en la que la buena vida no dejaba de ser idealista, incluso (como se intentó en el siglo XIX) utópica. Recuérdense los proyectos de Utopía, sin duda inocentes aunque bien intencionados, de Oneida, Brook Farm, Amana, Icaria, etc. (vale la pena leer Heavens on Earth de Mark Holloway o la novela The Blithedale Romance de Nathaniel Hawthorne) que pueden servir para corroborar la base idealista y no conformista en que se fundó esta nación.

Esta nación durante los últimos ocho años de su existencia sacrificó sus ideales en aras de un avestrucismo que se aisló de toda realidad internacional, dejando de insertarse en el conjunto de las naciones del mundo de una manera ecuánime, altruista y capaz. Los efectos de este aislamiento son visibles: el país, íntegro, cayó en manos de ladrones, especuladores que lo han llevado a un desastre económico como no se ha visto desde la gran depresión. La ideología reaganiana cundió e hizo estragos, como bien se ve ahora. A diario se nota como los neoconservadores ideológicos han puesto pies en polvorosa, no se les oye decir nada, la callada por respuesta, como se suele decir, es su respuesta (cobarde) ante lo que está ocurriendo. El país está en buena medida arruinado, y sin embargo, no se ha metido a nadie en la cárcel. Y en algún caso en que se condenó a cárcel a un político corrupto, el Presidente Bush, de inmediato, lo perdonó.

Barak Obama fue elegido con base a dos consignas: habrá cambio (CHANGE); y sí, podemos hacer que haya cambio (YES WE CAN). Las esperanzas cifradas en su presidencia son excesivas, casi mesiánicas, y eso es peligroso. Hay que ser realistas y esperar de su gobierno un pautado y pausado, aunque urgente, cambio de perspectiva, un cambio que mejor distribuya la riqueza, ataje la corrupción y la especulación descabelladas que han llevado al país al desastre financiero, y devuelva una salud intelectual a una sociedad que ha tocado fondo en lo que a cultura, estudio y conocimiento, se refiere.

Estados Unidos es para mí el país de Louis Zukosfsky y Lorine Niedecker (la mejor poeta en lengua inglesa desde Emily Dickinson): es el país de Charles Olson, Paul Metcalf (Genoa es un libro que todos deberían leer, incluso me atrevo a decir que debería ser lectura obligatoria en los estudios de literatura a nivel universitario) Robert Creeley, Guy Davenport y Jonathan Williams. Si Estados Unidos no entronca de nuevo en aquel utopismo, en aquel trascendentalismo decimonónico que se forjó de la mano de Emerson, Thoreau, Melville, Hawthorne, Bronson Alcott y Margaret Fuller, el país seguirá expuesto al tedio que hace que a diario sus ciudadanos corran como guanajos decapitados a los centros comerciales a gastar su “hard earned money” en artículos de consumo made in China y Bangladesh, artículos vistosos y de pésima calidad. Falsa acumulación que muestra ser verdad aquello que dijera Paul Metcalf: “pagamos muy poco por las cosas que más interesan, y (en cambio) pagamos el máximo por la basura.”

Louis Zukofsky solicitó una beca Guggenheim en dos ocasiones, y en ambas ocasiones fue rechazado. Su solicitud del año 29, que fue la primera, iba avalada por sendas cartas de recomendación firmadas por T. S. Eliot y Ezra Pound. El equipo que concede estas sustanciosas becas, en aquella ocasión descartó las recomendaciones de dichos poetas (sería interesante ver a quiénes concedió, en poesía, aquel año, las Guggenheim). La lista de becas concedidas por este organismo estatal a poetas mediocres es interminable: dinero del fisco despilfarrado en poetas normativos, con una obra que lo único que hace es repetir lo establecido, rizando el rizo. Esperemos que el nuevo gobierno de Obama sea capaz de establecer controles a la hora de mercar, de conceder apoyos a los creadores, a la hora de mejor distribuir una riqueza que en este momento histórico hay que repartir entre más gentes, de modo más razonable y equitativo: eso, o el desastre, la sangría lenta y desastrosa, ha de ser el destino de la humanidad.

La cacofonía bushista termina. La ignorancia y la mediocridad más galopantes se van con la música a otra parte. Esperemos que en su lugar vuelva una cierta riqueza cultural y espiritual, una auténtica conversación civil entre los miembros de una sociedad, conversación que ponga de lado el “political correctness” (autocensura) que sólo ha servido para favorecer a los lametraseros de toda índole, sin distinción de sexo, raza o religión, unidos por un mismo afán oportunista y de beneficio propio.
(Leia o texto integral na edição de fevereiro da Zunái)

Nenhum comentário:

Postar um comentário